Hay
todo tipo de animales representados en las empresas. Está el camaleón, que se transforma completamente dependiendo del jefe; el toro, que es imparable y se lleva bardas; la avestruz, que esconde la cabeza siempre que las cosas
se aprietan; la
cabra en cristalería,
que no sabe de diplomacia; y hasta el chupacabras, que seca y mata a la gente que tiene cerca con tal de
subir de puesto
Hoy me quiero centrar en dos figuras: el pingüino y la paloma mensajera
Pingüinos
El pingüino corporativo es un personaje que tiene alas pero que no puede volar. Se ve elegante porque anda de etiqueta y por lo mismo se ve mejor de lo que realmente es. Las habilidades que tiene este personaje para explicar filminas se confunden con sus habilidades para manejar grupos y generar resultados.
En las juntas con sus jefes es un excelente presentador. El Power Point es su mejor amigo porque le da el vehículo ideal para hacer su show; todas las gráficas se ven bonitas, a color, están ensayadas y sabe manejarlas para que causen una "buena impresión". Resalta lo bueno, y lo malo lo esconde o lo diluye entre otra información para que no se note.
El pingüino retoca las filminas en los lugares adecuados, las estudia una a una y, como el mejor cirujano estético, las afina para que luzcan. Todavía al final, las maquilla detalladamente para que se vean como muchacha a punto de salir a un baile de noche.
Un pingüino típico tiene a todo su staff trabajando para las presentaciones. Entre una junta mensual y la otra lo que hace es sencillo: prepara la presentación siguiente. Todo gira alrededor de eso, como si fuera un político que no se queda quieto en su puesto y no piensa en operar, sino en ganar votos.
El motivador principal es el momento de contacto con el jefe; el mercado, la producción, las compras, la cobranza, la competencia y hasta el cliente son menos importantes. El trabajo le viene guango, a menos que le sirva para sus propósitos y sólo se da en aquello que le puede sacar, nada más.
A la hora de los reajustes del personal, sus subordinados -que a éstos no se les puede engañar como a los jefes- juran que al pingüino lo van a despedir, pero sigue ahí. Ante una crisis la gente buena usualmente se va, a los malos los corren, pero son los de "en medio" los que se eternizan y aquí típicamente están los pingüinos.
No es fácil agarrar a un pingüino en curva, es resbaloso como su piel lisa y mojada.
Paloma Mensajera
Desde antaño, los líderes enviaban mensajeros a otros líderes con propuestas de solución a conflictos bélicos o políticos. Si al receptor no le gustaba la propuesta de su contrincante, ahí mismo mataba al mensajero con furia; ser mensajero era uno de los oficios más arriesgados de la era.
Hoy es igual: se sigue matando al mensajero. A la organización no le gustan los que dicen la verdad plana y llanamente. Y no me refiero al pesimista que constantemente anuncia el fin del mundo, sino al que pide que la organización se enfoque a cosas tan "desagradables" como las quejas de los clientes, problemas de entrega y broncas de calidad de producto.
El que habla de esto queda aislado, como si tuviera la peste. Es que las mejores juntas de negocio son donde todos los presentadores salieron bien librados, en un clásico esquema de group think; aparte donde todo mundo se hace cómplice (si tú no me atacas en la presentación, yo tampoco).
En ocasiones los jefes, que ya conocen que las malas noticias no son bienvenidas, utilizan a subordinados menos experimentados para que presenten un tema escabroso y complicado y ver "si pega". Si no pega, este novato puede ser sacrificado.
Como todo, hay excepciones; aquí una anécdota de Motorola de hace unas décadas. En una de las convenciones del primer nivel de ejecutivos, todo mundo estaba contento. Era un gran auditorio y casi al cierre del evento el director general pregunta sonriendo: "bien, ¿algo más?". Y allá, al final de las filas, un ejecutivo levanta la mano y se pone de pie.
Todas las miradas le apuntaban, hasta que dice: "sí, sí hay una cosa más: nuestra calidad apesta (sucks)". A su comentario le siguió un silencio pesado en el auditorio, en la mente de muchos se preguntaban: ¿Cómo se atreve a romper el espíritu feliz?, ¿cómo se pone de aguafiestas en un evento tan público como este?, ¿por qué se puso la soga en el cuello?
El director general, lejos de ahorcarlo, lo citó al día siguiente y hablaron por horas.
Este incidente fue la semilla de lo que internacionalmente se conoce como el programa de Sigma Seis (prácticamente cero defectos) de Motorola y que la acabó de consolidar en las ligas mayores y hacerla una compañía excepcional.
En las organizaciones mediocres las malas noticias no se dan; se cubren, se protegen, se distorsionan. Y sólo hasta que los problemas se convierten en crisis son atendidos.
Rosabeth Moss Kanter, de Harvard, se tira duro contra los liderazgos de la mentira afirmando que los malos líderes se tienden a rodear de sanguijuelas (otro animal corporativo), que se dedican a sangrar a la empresa y se aprovechan de que ellos son el status quo y por lo mismo buscan preservarlo a como dé lugar.
La cultura de la mentira, las exageraciones, las subestimaciones, la omisión, las medias verdades, tienen que ser atacadas. Es cierto que rara vez hay una sola verdad, pero también es cierto que se tiene que buscar con intención para ponerla sobre la mesa, discutirla, analizarla, enfrentarla.
Si no se hace esto llega el momento en que una empresa buena ya no lo es o simplemente perece. Y, una vez mas la gente acaba por preguntar: ¿Por qué nadie dijo nada? ¿A quién le tocaba esto? ¿Cómo permitieron esto otro?
Hoy me quiero centrar en dos figuras: el pingüino y la paloma mensajera
Pingüinos
El pingüino corporativo es un personaje que tiene alas pero que no puede volar. Se ve elegante porque anda de etiqueta y por lo mismo se ve mejor de lo que realmente es. Las habilidades que tiene este personaje para explicar filminas se confunden con sus habilidades para manejar grupos y generar resultados.
En las juntas con sus jefes es un excelente presentador. El Power Point es su mejor amigo porque le da el vehículo ideal para hacer su show; todas las gráficas se ven bonitas, a color, están ensayadas y sabe manejarlas para que causen una "buena impresión". Resalta lo bueno, y lo malo lo esconde o lo diluye entre otra información para que no se note.
El pingüino retoca las filminas en los lugares adecuados, las estudia una a una y, como el mejor cirujano estético, las afina para que luzcan. Todavía al final, las maquilla detalladamente para que se vean como muchacha a punto de salir a un baile de noche.
Un pingüino típico tiene a todo su staff trabajando para las presentaciones. Entre una junta mensual y la otra lo que hace es sencillo: prepara la presentación siguiente. Todo gira alrededor de eso, como si fuera un político que no se queda quieto en su puesto y no piensa en operar, sino en ganar votos.
El motivador principal es el momento de contacto con el jefe; el mercado, la producción, las compras, la cobranza, la competencia y hasta el cliente son menos importantes. El trabajo le viene guango, a menos que le sirva para sus propósitos y sólo se da en aquello que le puede sacar, nada más.
A la hora de los reajustes del personal, sus subordinados -que a éstos no se les puede engañar como a los jefes- juran que al pingüino lo van a despedir, pero sigue ahí. Ante una crisis la gente buena usualmente se va, a los malos los corren, pero son los de "en medio" los que se eternizan y aquí típicamente están los pingüinos.
No es fácil agarrar a un pingüino en curva, es resbaloso como su piel lisa y mojada.
Paloma Mensajera
Desde antaño, los líderes enviaban mensajeros a otros líderes con propuestas de solución a conflictos bélicos o políticos. Si al receptor no le gustaba la propuesta de su contrincante, ahí mismo mataba al mensajero con furia; ser mensajero era uno de los oficios más arriesgados de la era.
Hoy es igual: se sigue matando al mensajero. A la organización no le gustan los que dicen la verdad plana y llanamente. Y no me refiero al pesimista que constantemente anuncia el fin del mundo, sino al que pide que la organización se enfoque a cosas tan "desagradables" como las quejas de los clientes, problemas de entrega y broncas de calidad de producto.
El que habla de esto queda aislado, como si tuviera la peste. Es que las mejores juntas de negocio son donde todos los presentadores salieron bien librados, en un clásico esquema de group think; aparte donde todo mundo se hace cómplice (si tú no me atacas en la presentación, yo tampoco).
En ocasiones los jefes, que ya conocen que las malas noticias no son bienvenidas, utilizan a subordinados menos experimentados para que presenten un tema escabroso y complicado y ver "si pega". Si no pega, este novato puede ser sacrificado.
Como todo, hay excepciones; aquí una anécdota de Motorola de hace unas décadas. En una de las convenciones del primer nivel de ejecutivos, todo mundo estaba contento. Era un gran auditorio y casi al cierre del evento el director general pregunta sonriendo: "bien, ¿algo más?". Y allá, al final de las filas, un ejecutivo levanta la mano y se pone de pie.
Todas las miradas le apuntaban, hasta que dice: "sí, sí hay una cosa más: nuestra calidad apesta (sucks)". A su comentario le siguió un silencio pesado en el auditorio, en la mente de muchos se preguntaban: ¿Cómo se atreve a romper el espíritu feliz?, ¿cómo se pone de aguafiestas en un evento tan público como este?, ¿por qué se puso la soga en el cuello?
El director general, lejos de ahorcarlo, lo citó al día siguiente y hablaron por horas.
Este incidente fue la semilla de lo que internacionalmente se conoce como el programa de Sigma Seis (prácticamente cero defectos) de Motorola y que la acabó de consolidar en las ligas mayores y hacerla una compañía excepcional.
En las organizaciones mediocres las malas noticias no se dan; se cubren, se protegen, se distorsionan. Y sólo hasta que los problemas se convierten en crisis son atendidos.
Rosabeth Moss Kanter, de Harvard, se tira duro contra los liderazgos de la mentira afirmando que los malos líderes se tienden a rodear de sanguijuelas (otro animal corporativo), que se dedican a sangrar a la empresa y se aprovechan de que ellos son el status quo y por lo mismo buscan preservarlo a como dé lugar.
La cultura de la mentira, las exageraciones, las subestimaciones, la omisión, las medias verdades, tienen que ser atacadas. Es cierto que rara vez hay una sola verdad, pero también es cierto que se tiene que buscar con intención para ponerla sobre la mesa, discutirla, analizarla, enfrentarla.
Si no se hace esto llega el momento en que una empresa buena ya no lo es o simplemente perece. Y, una vez mas la gente acaba por preguntar: ¿Por qué nadie dijo nada? ¿A quién le tocaba esto? ¿Cómo permitieron esto otro?
“Yo soy del tamaño de lo
que veo y no del tamaño de mi altura”
Napoleon
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