Aunque hoy todo
el mundo parece apuntarse al carro de lo "2.0", una cosa es lo que se
dice y otra muy distinta lo que se hace. Empezando por como ejercen el
liderazgo muchos directivos y empresarios, que siguen aplicando fórmulas
trasnochadas, que cada día encajan peor con los cambios que experimentan la
sociedad y los mercados, y con las capacidades y valores que definen la que
debería ser la esencia de toda "organización 2.0". En este sentido,
con independencia de que cada empresa desarrolle y proyecte en el mercado una
"marca de liderazgo" diferenciada -tal como propugan Ulrich y
Smallwood,- pienso que el contexto organizativo de las empresas 2.0 exige unos
líderes que tengan ciertos rasgos en común. En concreto los
siguientes:
VISION DE FUTURO
El líder de una
organización 2.0 no está anclado en el ayer, sino que mira al futuro. Su
prioridad es asegurar que toda la organización esté alineada con la visión que
persigue la empresa, y que ese camino se recorra lo más rápido posible. Es así,
entre otros motivos, porque en la nueva economía el éxito a menudo pasa por dar
con soluciones innovadoras y llevarlas al mercado antes que otros, para, de
este modo, conseguir unas economías de red que aumenten los costos de
sustitución y, en consecuencia, compliquen las cosas a posibles competidores.
MERITO
En una
organización 2.0, que lo sea de verdad, el poder está distribuido y el “ordeno
y mando” no funciona. En consecuencia, el líder lo es en tanto el conjunto de
la organización entiende que es quien más valor aporta en dicha posición, por
lo que, en el momento que surja alguien que pueda añadir más valor como líder,
el anterior deberá dejarle paso.
AUTENTICIDAD
Se preocupa de
que exista la máxima coherencia entre sus palabras y sus hechos. Sabe que todos
los miembros de la organización le observan y que, en un contexto 2.0, al líder
que solo vende humo se le “ve el plumero” enseguida. Además, cualquier discrepancia
entre su discurso y sus acciones será amplificada, y podrá ser objeto de las
más diversas interpretaciones, causando pérdidas de credibilidad, pero también
desorientación sobre cuál es el rumbo y cuáles los valores que en realidad se
quieren fomentar en la empresa.
APERTURA
Pero no sólo hace
lo que dice. También dice lo que hace. Comparte la información y se muestra
próximo y accesible. Explica el por qué de sus decisiones, informa tanto de los
éxitos como de los fracasos, y reconoce sus errores. Es consciente de que la
transparencia es la única alternativa, pero, al mismo tiempo, sabe que hay que
hacer más ruido que antes para captar la atención de las personas. Desafía a la
organización para que elimine cualquier obstáculo que dificulte la comunicación,
y para que se abra al mundo.
DIALOGO
En la economía de
la información y el conocimiento una comunicación unidireccional no basta.
Precisamente, una de las prioridades del líder de una empresa 2.0 es el
desarrollo de la inteligencia colectiva de la organización que, más que del
cociente intelectual de cada uno de sus miembros, depende de la capacidad de
éstos de relacionarse y conversar entre sí y con su entorno. Unas
conversaciones que, además de contribuir a la adaptabilidad de la organización
en un entorno turbulento, al convertir su estrategia en una realidad emergente
que se va ajustando y redefiniendo a medida que se ejecuta, también sirven para
recibir feedback y así prevenir el “síndrome del emperador desnudo”.
CONFIANZA
Es un líder que
ha de conocerse bien y estar seguro de sí mismo. Su liderazgo no depende de lo
que diga su tarjeta de visita, ni tampoco del tamaño de la organización que
dirige. Además, tiene que asumir que en este nuevo escenario no va a poder
tenerlo todo controlado y que, por tanto, tiene que confiar y dar autonomía a
los miembros de la organización para que hagan su trabajo con la máxima
libertad.
VALENTIA
Se atreve a
cuestionar el status quo, los paradigmas, las formas de hacer de siempre. Habla
claro, asume riesgos, explora nuevas vías, es capaz de salir fuera de su “zona
de comodidad” y anima a todos los miembros de la organización a que se
comporten de igual manera. Por otra parte, no le obsesiona cuáles sean las
“mejores prácticas del mercado”, sino que aspira a más. Es un poco iconoclasta
y está dispuesto a derribar estructuras, jerarquías y cualquier otro obstáculo
que reste agilidad a la organización. Caiga quien caiga. Incluso si las
decisiones son políticamente incorrectas o pueden poner en riesgo su propio
futuro en la empresa.
HUMILDAD
Reconoce sus
propias carencias y está abierto a aprender cosas nuevas cada día, una
inquietud por aprender que traslada al resto de la organización. Sabe que las
mejores ideas pueden surgir en cualquier rincón de la organización, o venir de
fuera. Asume que las fórmulas y las capacidades que le han traído a la posición
de liderazgo que ocupa hoy no tienen por qué seguir siendo válidas en el
futuro.
HUMANISMO
Finalmente, ese
líder tiene una especial sensibilidad humana. Entiende que las empresas están
hechas de redes de relaciones que configuran comunidades de personas, únicas y
libres, a las que hay que tratar con el respeto y la dignidad que se merecen.
Así, es sensible a las diferentes motivaciones –extrínsecas, intrínsecas, o
trascendentes- que mueven a la acción a cada una de ellas. Es consciente, por
ejemplo, de que los nativos digitales traen consigo nuevos valores y nuevas
formas de entender el mundo, pero también que no puede tratar a sus empleados
más senior como si perteneciesen a la “generación Y” ni intentar que se
comporten como tales. Sabe, en suma, que el “café con leche para todos” hace
tiempo que no funciona.
"Los
errores no te definen, te perfeccionan."
Raul
Reyes
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