El esclavo es un sujeto del siglo 21 que anda por el mundo viviendo una vida que él no diseñó. Su rutina y su estructuración de tiempo más bien parecen un programa o software que irremediablemente se desdobla y se ejecuta a través del tiempo, completamente fuera de su conciencia.
Es que el esclavo es un insumo del sistema que lo creó, que lo educó, que lo instruyó en el "deber ser", que lo distrajo de su vocación para acomodarlo donde mejor le convenía, que le apagó su fuego personal para fusionarlo a la maquinaria colectiva.
El esclavo del siglo 21 trabaja 50 semanas del año para descansar 2, se empeña 50 años para retirarse y "hacer lo que quiera", aunque muchos al retirarse, como los árboles viejos, se secan y mueren.
Por supuesto que la disciplina no lo convierte en esclavo, ni tener un trabajo estable en una empresa ni tampoco la falta de diversidad en su vida. Los agentes esclavizantes son más bien la falta de conciencia, el miedo a la duda, la ausencia de introspección y reflexión, la vida automática que se protege en el dogma, dando como resultado una evaporación de la pasión.
Y le llamo esclavitud porque no hay peores cadenas que las que son invisibles.
Por eso algunos defensivamente niegan la esclavitud arguyendo que "estoy muy bien", "tengo el trabajo perfecto". Y si este fuera el caso, excelente y felicidades. Creo que hay mucha gente que vive en plenitud, pero también creo que abunda la negación y la represión, por lo que la energía tiene que salir por algún lado.
El aburrimiento discutiblemente es el mal de este siglo; es la peste moderna y lo que probablemente nos avienta a los excesos en intentos estériles por compensar esta vaga y perturbadora sensación, algunas cifras: World Health Organization (WHO): 340 millones de personas en el mundo tienen depresión y 800 mil se suicidan por esto; 140 millones con problemas de alcohol.
El valor anual del comercio en drogas: 324 mil millones de dólares, más que el PIB del 90 por ciento de los países.
La industria de videojuegos: 20 mil millones de dólares; Ars Techica estima 68 mil millones en el 2012.
La industria de pornografía: 14 mil millones de dólares (F. Rich, NYT).
Psicólogos y sociólogos del mundo levantan la voz de alerta porque sus consultas tienen predominantemente un factor: el aburrimiento.
D. Riesman arguye que la persona en la actualidad busca "encajar" en el sistema y vive perpetuamente ajustándose a lo que el mundo espera de ella, perdiendo toda motivación.
Esto cuadra con lo que decía Nietzsche: "Nuestras acciones y decisiones pueden provenir de la parte fuerte y la potencia creativa -que quiere manifestarse- o pueden venir de la parte ansiosa y débil -que quiere la aceptación convencional-".
R. May, uno de los primeros psicólogos existencialistas, narra la anécdota de un chofer de camiones urbanos en Nueva York que un buen día decide conducir el camión hasta Florida porque "estaba aburrido de la misma ruta y decidí conocer Florida". Los neoyorquinos, seguramente proyectando sus propias frustraciones, convirtieron al chofer en celebridad.
De un chofer me paso a Bill Gates, que dando un discurso a graduados de preparatoria comenta: "Antes de que tú nacieras, tus padres no eran tan aburridos como lo son ahora. Se hicieron así ganando dinero para pagar tus cuentas".
En México un v.p. de recursos humanos me confesó que uno de sus principales problemas organizacionales es la falta de pasión e involucramiento de su gente.
Y hace poco, un ejecutivo exitoso, de aquellos que dices "parece tenerlo todo", fue hospitalizado por "estrés acumulado" o cansancio crónico.
¿A dónde nos lleva esto? No pretendo tener la respuesta, pero considero que el primer paso es la reflexión y el enfrentamiento con aquello que es lo más duro de enfrentar: a uno mismo.
Hay que volver a pensar en términos de vocación, vocatio en latín, que significa llamado o voz; en la intuición, de intuare en latín, que significa mirar hacia adentro; en el entusiasmo, de theos en griego, que significa estar lleno de Dios; en flow, que es cuando hay un "match", o balance, entre la capacidad de un individuo y el tipo de reto que tiene frente, como lo define Csikszentmihalyi.
La antítesis del esclavo es el héroe. Los griegos definían a un héroe como aquella persona que en una acción rebelde y auténtica rompe con la maldición; en este acto se libera a ella misma y, de pasada, al resto de nosotros.
“Es mucho mejor enfrentarse a grandes desafíos y aspirar a grandes éxitos, arriesgándose a perder, que integrarse en las filas de los mediocres, que nunca gozan ni sufren demasiado, porque viven en una gris penumbra, sin victorias ni derrotas."
Franklin Delano Roosevelt
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