"-Ya no hay nada qué hacer, hay que regresar ¡¿Regresar?! ¿Pero por qué? Nos encontramos en la cima sur a 80 metros de la cumbre. Tanto entrenamiento, tanto esfuerzo, 8,768 metros recorridos y a tan sólo una hora de conquistar la cima del Everest, el sueño de mi vida se esfuma. Del líder del grupo sólo escucho un: -No hay cuerda, se les olvidó.¿Cómo era posible? El ascenso estaba previsto desde muchos días, semanas, meses antes; la cuerda era un ¡asunto vital! El viento soplaba fuerte y continuar sin ésta era un suicidio. ¡No lo podía creer! Mi impotencia era total. Regresé destrozada..."
Esto lo cuenta Karla Wheelock, una joven mexicana de Saltillo, Coahuila, cuyo aspecto frágil engaña a quien la observa: delgada, femenina, güerita, ojos claros, nariz afilada y de sobrio vestir, imparte una conferencia en La Cumbre de las Mujeres Líderes.De cruzarnos con ella en la calle, pensaríamos que se dedica a algo así como a dar clases de inglés en un kínder. Nadie adivinaría que ese aspecto corresponde a una mujer aguerrida, valiente, entrona, fuerte, profunda y tenaz como pocas; que el 27 de mayo de 1999, se convierte en la primera mujer en llegar a la cumbre del Everest por la difícil cara Norte y, en octubre de 2005, es la primera mujer iberoamericana en alcanzar el Grand Slam (las 7 cumbres más altas: una por cada continente).Muchos intentaron desanimarla.
Escuchó argumentos como: "¿Sabes que de las 720 personas que han intentado alcanzar la cumbre del Everest, 28 fueron mujeres y 14 no regresaron?" Sin embargo, le bastó haber leído: "Cuando quieres algo, ponlo en la mente y no te permitas dudar. Y cuando lo tengas claro, bájalo al corazón; cuando eso pasa, los pies sólo obedecen".
La montaña está llena de lecciones que, de saberla sentir, conquistar u observar con humildad, nos llena el espíritu y nos convierte en mejores personas. Al leer el libro de Karla o escucharla narrar con sencillez su hazaña, escalamos junto con ella y nos reta a sacar esa grandeza humana que hace resonancia dentro de cada uno de nosotros.
Todos los conceptos de la experiencia de Karla se aplican a la vida.
Por primera vez escucho el término "fiebre de cima", concepto que se aplica a aquella persona que se obsesiona con llegar a la meta y no le importa nada más, al grado en que su propio bienestar y la seguridad de sus compañeros pasan a segundo plano.
Nos habla también acerca de cómo, a diferencia de otros deportes, en la montaña, aunque en principio parecería que el objetivo es alcanzar la cumbre, la real meta es el regreso."
Justo al llegar a la cima te das cuenta de que sólo estás a la mitad, y cuando te confías en el descenso, es cuando más te equivocas", nos dice.Y en la vida, alguien se equivoca cuando en el ascenso se vale de trampas, olvida personas, valores y pisa los dedos de mucha gente, ignorando por completo que falta el regreso, en el que difícilmente encontrará una mano de ayuda. Asimismo, en su primer intento de cumbre frustrada se da cuenta de que las personas de éxito no son las que nunca fracasan, sino las que aprenden de sus errores y vuelven a intentar una y otra vez.
Por último, lo que más me gustó es escucharla contar cómo su compañero, al llegar a la cima antes que ella, la esperó, arriesgando su vida, para darle un abrazo y juntos celebrar.
Ya que llegar a la cumbre solos, no sabe igual...
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