martes, 23 de septiembre de 2008

LA RANA Y EL ASNO


De acuerdo con Peter Senge, (Autor del libro la Quinta Disciplina) si ponemos una rana en un agua hirviendo, inmediatamente intenta salir, y seguramente lo logre por su capacidad para impulsarse. Sin embargo, si colocamos a una rana en agua a una temperatura de unos 20 grados, la rana no hará ningún esfuerzo por abandonar el sitio; puede inclusive que la esté pasando bastante bien ahí. Si poco a poco aumentamos la temperatura, la rana terminara hirviendo junto con el agua. ¿Por qué?

Los mecanismos internos de la rana no le permiten identificar cambios graduales en la temperatura, cuando llegue a percibirlos, los músculos de sus patas estarán tan relajados por el agua tibia que no podrán responder de forma adecuada. La rana, como otros organismos, esta preparada para cambios repentinos, no para modificaciones lentas y paulatinas. Esto mismo nos sucede a todos los animales, somos susceptibles a los cambios drásticos, pero las pequeñas modificaciones pasan desapercibidas. Inclusive con el tiempo, es posible que nos acostumbramos a los pequeños cambios, igual que le sucede a la rana.

En palabras del propio Senge: “La ironía es hoy, que las primordiales amenazas para nuestra supervivencia, tanto de nuestras organizaciones como de nuestras sociedades, no vienen de hechos repentinos sino de procesos lentos y graduales: el deterioro ecológico, la erosión del sistema de educación pública…”. De manera que no podemos aspirar a un futuro más promisorio que el de la rana en el agua que poco a poco aumenta la temperatura, si no aprendamos a reconocer y reaccionar frente a los cambios graduales y sutiles que se nos presentan.

El asunto es ¿cómo identificar los cambios paulatinos? Cuando se trata de cambios en actividades que presentan cierta facilidad para medirse y evaluarse, no existe mayor problema. Usted puede medir como anda su chequera, la productividad de su empresa, o los avances de los proyectos. La complicación se presenta cuando los cambios graduales se presentan en aspectos como: formas de pensar, actitudes, formas de razonamiento y paradigmas o maneras de ver la vida. El verdadero problema está cuando no nos percatamos de los cambios que se han venido dando en nuestros modelos del pensamiento, en la forma en que hemos aprendido a resolver problemas a lo largo de la vida.

Es importante recordar que cada especia que habita en el planeta tiene diferentes habilidades y capacidades: las aves son capaces de apreciar la luz ultravioleta; los tiburones pueden identificar impulsos eléctricos de cuatro billonésimas de voltio; los elefantes pueden detectar movimientos sísmicos mínimos; y el sonar de los delfines puede prácticamente “ver” el interior de un cuerpo sumergido en el agua. Y el ser humano, ¿qué puede hacer? La raza humana tiene la formidable capacidad para aprender, y lo más importante: para desaprender.

Aprender es la capacidad que tenemos para incorporar nuevas habilidades, que a su vez nos permiten lograr objetivos que antes estaban fuera de nuestro alcance. Desaprender, por la otra parte, es la capacidad para deshacernos de las habilidades y conocimientos que nos impiden lograr los objetivos. Permítanme compartirles una breve fábula que describe como se da un proceso de aprendizaje y de desaprendizaje, la historia se titula: el Asno y la Sal.

Fábula:

Llevó un mercader a su asno a comprar sal. En el camino de regreso a su pueblo pasaban por un río, en el cual, su asno resbaló mojando su carga. Cuando se levantó sintió aliviado su peso considerablemente, pues bastante de la sal se había diluido. Semanas después, regresó el mercader de nuevo a repetir la compra y cargó más sal que la vez anterior, para compensar la que se había diluido. Cuando llego el momento de cruzar el río, el asno se tiró ahora de propósito, y levantándose de nuevo con mucho menos peso, se enorgullecía de haber aprendido a reducir el peso de su carga.

El comerciante notó el truco del asno, y por tercera vez regreso a comprar sal, donde esta vez compró una carga de esponjas en vez de sal. El asno estaba seguro que podía repetir al mismo truco de dejarse caer en el agua, y así lo hizo. Se tiro al río, pero en esta ocasión las esponjas absorbieron el agua, y por consiguiente aumentó de forma considerable el peso que tenían que cargar. Así el truco le rebotó al asno, teniendo que cargar ahora en su espalda más del doble de peso. Eventualmente el asno tuvo que desaprender a dejarse tirar en el río para intentar aligerar su carga.

Para “irla llevando” en la vida, no nos queda otra más que aprender y desaprender, como le sucedió al asno de la historia, si no lo hacemos corremos el riesgo de perder de vista los cambios lentos y graduales que nos presenta el entorno, y entonces podemos quedar atrapados en el agua como la rana.

“¿Cuál es la habilidad con la que todos contamos?
La habilidad de cambiar”.
Leonard Andrews

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