martes, 20 de octubre de 2009

UNA HISTORIA DE VIKINGOS


















Al cumplirse el primer milenio d. c., Roskilde era la capital de Dinamarca, considerada la ciudad real para los vikingos que la habitaban por la gran cantidad de tesoros que ahí acumulaban, razón por la que piratas suecos y noruegos la asediaban constantemente. Pero el acceso a Roskilde resultaba particularmente complicado,  especialmente desde el mar.

De cualquier forma, frente a las amenazas el rey Canuto (no se rían, así se llamaba), tenía que reforzar la seguridad de la ciudad, sabiendo que era precisamente a través del mar que podía ser invadida por sus agresores, mando bloquear el canal que conectaba al mar con algo muy valioso para su pueblo: barcos vikingos.

Las embarcaciones de las que estamos hablando eran construidas cuidadosamente con maderas seleccionadas de sus bosques, en su fabricación participaban carpinteros y artesanos; y además de todo, los barcos eran parte de su propia identidad. A pesar de todo, los vikingos hundieron cinco embarcaciones en el fondo del mar, y los llenaron de piedra para complicar aún más el acceso a su ciudad.

Pero en el año de 1950, por medio de fotografía aérea con la finalidad de iniciar labores de limpieza el canal se identificó que  mil años después los cinco barcos todavía estaban allí. ¿Que creen que hizo el pueblo y los gobernantes daneses? Se pusieron a trabajar de acuerdo a  las circunstancias: organizaron equipos de rescate que trabajaron día y noche, construyeron un dique en donde se encontraban los barcos, bombearon agua para bajar el nivel del agua y avistar los restos; después sacaron “a mano” el lodo y las piedras para no lastimar las embarcaciones, volvieron a llenar de agua las embarcaciones para que no se resecaran, y mientras investigaban una resina adecuada para tratar las maderas cuando fueran sacadas.
           
Las piezas ya liberadas del fondo del canal fueron conservadas en enormes bolsas de plástico conteniendo agua de mar, hasta concluir el desarrollo de la resina para cubrir las naves. Al terminar el proyecto, después de dos años de trabajos, se pudieron rescatar  y armar únicamente dos de los cinco barcos que actualmente están exhibiéndose en un museo, justo a un lado del canal donde fueron colocados nueve siglos atrás.

            Las reflexiones que desean transmitirse con esta historia son varias. Primero, el proceso de un conflicto es similar a lo que hicieron los vikingos, con el deseo de protegerse se hace todo lo posible por bloquear las vías de acceso, aunque para ello tengas que utilizar “objetos muy valiosos” como lo eran las naves vikingas. Segundo, el mediador debe actuar como lo hicieron los que rescataron los barcos, con sumo cuidado y sobre todo respetando el valor simbólico de los restos ir retirando y restaurando los elementos que bloquean.

            En todo conflicto existe siempre alguna forma de bloqueo, actitudes o conductas que cumplen la función de defender. La labor del mediador – como lo hicieron los rescatistas de los restos vikingos – es descubrir en los obstáculos las capacidades para solucionar el conflicto, el potencial para construir con los objetos que bloqueaban nuevas herramientas para reconciliar los intereses en pugna.

Los conflictos no deben permanecer hundidos, pretendiendo que el olvido y el paso del tiempo se harán cargo de ellos. Tampoco debe pretender solucionarlos de un día para otro – sería como si los daneses hubieran decidido volar los restos de las naves vikingas con explosivos -, algo práctico, pero que hubiera agredido la memoria de los guerreros que protegieron con sus vidas Roskilde, la entonces capital de Dinamarca.

La resolución de conflictos a través de la mediación es un proceso delicado, en donde se requieren intervenciones sucesivas, nunca de una sola vez, que debe ir paso a paso y dependiendo del estilo de las personas involucradas. Por que recordemos que el conflicto no está en los hechos, está contenido en las historias que cuenta la gente, las cuales, a su vez, dependen de cómo cada uno percibe el conflicto. Por esta razón la parte más importante en la resolución de conflictos consiste en escuchar y entender imparcialmente la situación: comprender la lógica causal (como se originó el asunto), como se dieron los acontecimientos y como se siguen suscitando.


Porque un conflicto está construido en la interacción, y es a través del diálogo con todas las partes involucradas que se pueden entender los acontecimientos, y eventualmente solucionar los conflictos.


“El origen de todas las herejías es no concebir el acuerdo de dos verdades opuestas y creer que son incompatibles.”
Pascal

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