Viene del griego polítikos, asociado a la polis-ciudad, polites-ciudadano; en latín politicus. Desde antes de Platón, que nos acuñó como animales políticos, se puede apreciar la propensión a politizarlo todo. La política se hace presente desde la mínima expresión: dos personas; desde aquí empieza el regateo, consciente o inconsciente, y ocurre hasta en las mejores familias.
Llevado a otro nivel la tribu es, y ha sido, el eje central del desarrollo humano. Gracias a la tribu hemos sobrevivido como especie y se ha logrado trasmitir eficazmente la mitología que une a sus miembros.
Como si fuera un mandato de la psicología evolucionista, o socio-biológico como le llaman ahora, nos movemos en tribus igual que hace cientos de miles de años; en manada, como la mayoría de los animales. Los etólogos aún se siguen asombrando de las similitudes entre humanos y otros primates.
Tu vecino se parece a ti, “es gente como uno”, y no se digan los amigos que seguramente viajan a lugares similares, compran en las mismas tiendas, leen los mismos libros, y llevan a las mismas escuelas a sus hijos.
Darwin afirmaba que “sin duda, la tribu que posee miembros de alto sentido de patriotismo, fidelidad, obediencia, afiliación, siempre estará lista para sacrificarse por el bien común. Este tipo de tribu saldrá victoriosa sobre otras tribus y también es un proceso de selección natural”.En los setentas el antropólogo Robert L. Trivers delineó su teoría de “altruismo recíproco”, en esencia: tú rascas mi espalda y yo rasco la tuya.
Aunque quizá la conceptualización más sencilla de la tribu sea: nosotros y los otros; infelizmente la historia se ha escrito en base a: nosotros contra los otros.
Parecemos pensar: lo que se parece a mí es bueno, lo que no se parece tiene que ser malo. Lo parecido lo puedo conocer, entender, asimilar, pero lo diferente me da miedo, amenaza mi statu quo, me confunde.
La empresa es un campo de batalla política. En teoría debería ser nuestra empresa contra las otras –la competencia -- pero más frecuente es un tema de unos contra otros dentro de la empresa. Antes de salir afuera a competir se tiene que hacer una resolución interna.
Por mi parte considero que el diseño organizacional tradicional es obsoleto porque fomenta las divisiones internas, la subdivisión entre grupos, la etiqueta hacia otros, juzgándolos de “inferiores o raros”, los de: ventas son quejosos; recursos humanos, controladores; finanzas, “cuadrados”; marketing, gastadores; producción, cerrados; planeación, no aterrizan, etcétera.
Sería mejor un organigrama circular, con los segmentos de clientes clarificados y los equipos multi-funcionales definidos para servirlos.
Una empresa exitosa quizá sea más propensa a la politiquería ya que la energía hacia fuera, hacia el mercado, está resuelta; el flujo de efectivo está asegurado, el modelo de negocio consolidado. Con la “energía extra” la gente se enfoca hacia quién será el sucesor, a quién invitó el director general a la cena, quién le habla de “tú”, quién se lució en la junta, etc.
La empresa politizada se aplica internamente más que externamente. Los subordinados se deben al jefe en lugar de a la organización o al proyecto en curso. La energía se aplica a defender y extender el feudo, todo tiene cara de ser territorial. Las juntas de negocio son una arena de demostración política.
Los procesos de toma de decisiones se convierten en desgastantes. La politiquería fomenta la venganza entre los grupos y provoca el saboteo de iniciativas, tortuguismo, afrentas de corte pasivo-agresivo.Se ahuyenta al talento técnico, al que conoce el giro, o lo colocan en un rincón intrascendente.
La empresa politizada se resiste a la menor de las innovaciones porque amenaza al statu quo, al establishment, al cosmos ya acordado, ganado, negociado. Si se abre el sistema se corre el riesgo de perder territorio. En las guerras tribales se nubla el big picture y sólo se ven las ganancias de la tribu competidora: “si no gano yo, tú tampoco, aunque la empresa se la lleve la fregada”.
¿Cómo lidiar con una empresa altamente politizada? Genera, o trae, un nuevo proyecto grande, a la vista, donde se resalte la necesidad de mercado.
Disuelve los grupos, mezcla las tribus; haz promociones de puesto y establece claramente esquemas de compensación diseñados para que dependan unos de otros, el interés tiene pies.
Aplica el marketing hacia adentro: alinea a todos hacia una meta clara y estimulante, fomenta la promoción de cultura como si fuera un mercado meta. Ejerce el liderazgo con mayor visibilidad y fuerza.
Haz también más visible al enemigo-- la competencia. Un elemento externo conviértelo en una GRAN amenaza. Si llegaran los marcianos a invadir el planeta Tierra, hasta Irán se uniría a Estados Unidos.
Cambia el discurso utilizado y la manera tradicional de expresarte: habla siempre de lo que le conviene a la organización, lo que quiere el mercado. Trae, a cada junta, un invitado invisible o simbólico que represente a tu cliente-meta y que “diga” la relevancia que tiene la discusión para él o ella.
Habla con los dos o tres líderes tribales y diles: o se arreglan o se van. Cumple con la amenaza y de preferencia empieza con el más conflictivo, no necesariamente con el que tenga más poder. También podrías disolver el centro de poder promoviéndolos a otra región o dándoles un proyecto nuevo.
Hay que aceptar que la política es inevitable y hasta cierto punto es sano que haya contrapesos y competencia interna pero, como todo, el exceso acaba en la auto-destrucción.
“No puedes conocer lo dulce sin antes probar lo amargo”.
Picasso
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