Conocemos la predisposición al botox, las desenfrenadas fiestas salvajes y el carácter aburrido de algún mandamás, entre la información anecdótica. Sin embargo, lo más importante que ha logrado Julian Assange, fundador de Wilkeleaks, es traspasar la frontera de la opacidad.
Las redes sociales han inaugurado la era de la transparencia y, seamos sinceros, nuestras estructuras y líderes políticos y empresariales no están siempre preparados para sobrellevarla.
La opacidad defiende que el conocimiento es poder; y ahora, compartirlo de manera masiva lo crea. De hecho, posiblemente uno de los hombres más poderosos del mundo (y de los más temidos) sea Assange.
La transparencia en las organizaciones elimina los reinos de taifas y provoca que las fronteras sean cada vez más líquidas. Cuando ésta reina, se disuelven los límites entre los departamentos, entre la empresa y la sociedad o entre la vida personal y la profesional.
Y ¿dónde termina la privacidad y comienza el derecho a la información pública? En un entorno donde todo (o casi todo) se sabe, los límites están cada vez más difusos.
Así pues, la transparencia es imparable, como lo es la red de redes.
Por ello, lo único que podemos hacer es prepararnos, ser coherentes con lo que decimos y hacemos, y conseguir poder por el valor añadido aportado y no por caducas estrategias.
Visto así, no es un mal futuro para nuestras organizaciones.
“Si quieres aprender, enseña.”
Ciceron
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