viernes, 5 de junio de 2009

PERSONAS QUE PERDURAN




















En 1994, James C. Collins y Jerry I Porras, editaron un un libro que se convirtió en un clásico de la literatura de negocios: Empresas que Perduran(“Build to Last: Succesful Habits of Visionary Companies”). Collins ha trabajado durante muchos años realizando investigaciones sobre el tema del aprendizaje organizacional y la capacitación de ejecutivos. Porras es profesor de la Universidad de Stanford de Comportamiento y Cambio Organizacional, y además dirige en esa universidad el Programa Ejecutivo de Administración del Cambio. En nuestro país, el texto es ampliamente utilizado en las áreas de Recursos Humanos, Administración, Comunicación y Desarrollo Organizacional.

 En este texto ellos establecen un concepto primordial: “Las grandes empresas reconocen la diferencia entre lo que puede ser modificado, y lo que nunca debe cambiarse en la organización. Lo que es verdaderamente sagrado y lo que no”. Lo interesante es como operan este principio las corporaciones en un entorno de cambios constantes, imagínense el escenario en una organización que desea diversificarse o que va a formar una alianza: ¿Qué debe permanecer de la esencia original de la empresa, y que puede modificarse?

 De acuerdo a Collins y Porras, los “constructores” de grandes corporaciones como: David Packard (Hewlett Packard), Masaru Ibuka (Sony), George Merk (Laboratorios Merk), William Knight (3M) y Paul Galvin (Motorola) comprendieron la importancia de establecer una ideología en una organización. Porque en las palabras los autores : “los líderes fallecen, los productos se hacen obsoletos, los mercados cambian, y nuevas tecnologías surgen; pero lo que permanece inalterable como guía y fuente de inspiración es la ideología de la empresa”.

 La ideología es el pegamento que mantienen unida una organización a través del tiempo y la distancia. “La ideología define el carácter de la organización”, dicen Collins y Porras, y esta se compone de: los valores y el propósito. Los valores son un grupo de principios que destacan lo que es verdaderamente importante para una corporación.  Un ejemplo de la aplicación de  valores, lo apreciamos en casos como Procter & Gamble, que desde hace 150 años permanece firme en sus esfuerzos por mantener la excelencia en sus productos. Y este concepto permanece, a pesar de que William Procter y James Gamble ya no están detrás de la línea de producción, cuidando que su objetivo se cumpla.

 El propósito, es el segundo componente que, junto con los valores, conforman la ideología. Un propósito es: la razón de ser de una organización, la motivación idealista de la empresa. Para 3M, su propósito es “la solución innovadora de problemas”; en el caso de Walt Disney, el propósito es “hacer feliz a las personas”; Para Mary Kay, su propósito es “proporcionar oportunidades ilimitadas a las mujeres”. Lo más interesante es que un propósito ambicioso no puede terminarse de alcanzarse, por esta razón que las organizaciones con propósitos bien planteados nunca detienen su ímpetu por seguir mejorando”.

 Detrás de los valores y el propósito de una empresa, usualmente están los verdaderos héroes organizacionales, las personas que viven, como parte de su filosofía personal, los valores y los propósitos de la compañía. Conozco personas que laboran para empresas y destinan (con bastante frecuencia) horas extras, sin buscar remuneración adicional, por realizar labores de acuerdo a los estándares que establecen los valores y principios organizacionales. Estoy hablando de gente que contesta al teléfono aunque están cerradas las oficinas, que entiende lo que es urgente, que toma como suyas todas las broncas de la empresa; son personas que viven en carne propia a la organización.

 Las personas de las que hablo tienen puestos de responsabilidad, que requieren seguimiento y constancia. Los encuentran manejando dinero, atendiendo constantemente llamadas de los clientes, resolviendo problemas de la operación del negocio. Estas personas están casi siempre ocupados, pero son accesibles para resolver problemas de su oficina, no evitan contestar llamadas en la noche o fines de semana. Inclusive les molesta cuando suceden problemas y nadie les avisa. Algunos les llaman en forma irónica “adictos al trabajo”, otros los envidian por su capacidad de entrega y de trabajo, pero eso sí, todos recurrimos a ellos cuando “se nos atora un problema”, por que conocen la esencia de la organización mejor que nadie.

 Los conceptos de Collins y Porras son muy válidos e interesantes, las organizaciones requieren una ideología basada en valores y propósitos. Pero todo lo anterior resultaría inútil si no fuera por lo que solemos llamar “gente buena”, que trabaja de manera honrada y con ahínco para satisfacer una serie de necesidades, pero una de ellas es incomprensible para algunas personas: la necesidad de hacer bien las cosas, de acuerdo a los estándares que dicta los valores y los principios de la organización. Las empresas que perduran, cuentan gente que hace que las ideologías también perduren, vale la pena no olvidarlo.

 “La autenticidad, disciplina y consistencia con que una ideología se vive, y no tanto el contenido de la ideología, es lo que diferencia a una organización del resto de las demás”.

James C. Collins y Jerry I. Porras

 

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