La globalización ha sido testigo del declive del dominio estadounidense en los sectores de fabricación, energía e incluso en el financiero. Una cosa, sin embargo, sigue en pie: la buena y vieja inventiva americana.
Pero hasta eso parece estar en peligro actualmente. China, cuyas industrias son motivo de envidia en Occidente más por su tenacidad que por su inventiva, ha creado una estructura que, dentro de algunos años, la hará más innovadora y, por tanto, más competitiva. Singapur hizo lo mismo. Finlandia unirá su principal escuela de negocios a la escuela de diseño y de tecnología para formar una “universidad de la innovación” multidisciplinar el año que viene.
Pero, el factor sorpresa actual es lo que pasará en el futuro con la innovación — es decir, al avance de las ideas progresistas en la ciencia, en la tecnología y en los negocios- ahora que la economía mundial está en crisis. Hay una idea extendida en las empresas que sugiere que el gobierno y el mundo académico van a estar menos dispuestos a correr riesgos y a trabajar con los costos de corto plazo que acompañan al territorio de la innovación.
Paul J. H. Schoemaker, director del Centro de Innovación Tecnológica Mack (Mack Center for Technological Innovation), dice que, en el caso de algunas empresas, la crisis económica puede servir muy bien de plataforma para la innovación. “La crisis tiene impactos varios”, dice Schoemaker. “La pérdida de ingresos y beneficios van a infundir, en un primer momento, una mentalidad de recorte de costos, lo que no es bueno para la innovación. Sin embargo, cuando el paciente está sangrando, lo primero que hay que hacer es parar la hemorragia. A continuación, comienza una fase en la que los líderes tratan de saber qué partes de su modelo de negocio no van bien (y, tal vez, sean incluso insostenibles). De ahí podrá surgir la reestructuración y la reinvención”.
Él advierte también contra el exceso de precaución — dependencia exagerada de la innovación incremental en detrimento de una innovación transformadora o “disruptiva”. En los círculos de innovación, esos dos tipos de innovación son conocidos como “i pequeña” e “I grande”. Las mayores ganancias de una empresa provienen de las innovaciones más osadas, que desafían los paradigmas y la empresa”, dice Schoemaker.
El negocio de la ruptura
Aunque la innovación “disruptiva” se haya incorporado a las empresas hace sólo una década aproximadamente, la idea es muy antigua: el economista austriaco Joseph Schumpeter la tenía en mente cuando se apropió de la expresión “destrucción creativa” para describir sus teorías sobre el modo en que el emprendimiento sirve de estímulo para el sistema capitalista.
Entender la importancia de la innovación disruptiva es el mayor activo de cualquier empresa. En una compañía de éxito — o en una empresa con varias capas de burocracia que impiden el surgimiento de nuevas ideas — eso puede ser muy difícil. Ella también necesita dedicarse a la investigación. “La investigación disruptiva es fundamental, sobre todo en el segmento tecnológico”.
Finalmente, no basta con contar con ingenieros brillantes. Si no hubiera una gestión competente, la tecnología más refinada puede acabar en el cubo de basura de la historia corporativa o, peor que eso, puede acabar en las manos de la competencia: “La innovación disruptiva no es suficiente”, dice Kim. “Podemos citar numerosos ejemplos de empresas que introdujeron nuevas tecnologías pero que, al final, acabaron desplazadas por otras”.
"No hay malas hierbas ni hombres malos. No hay más que malos cultivadores"
Víctor Hugo
No hay comentarios:
Publicar un comentario