jueves, 16 de diciembre de 2010

MENTE DEL PRINCIPIANTE


Hubo un tiempo en que el conocimiento era una fuente inagotable de poder. Los expertos mopolizaban su conocimiento y construían escuelas, academias y consultoras que lo convertían en un producto accesible sólo a las personas que pudieran pagar su precio. El conocimiento generaba estructuras dirigidas a organizarlo, sistematizarlo y desarrollarlo. También para protegerlo, para blindarlo respecto al exterior, e incluso para rendir culto a la personalidad y al ego de los expertos en torno a los cuales se habían construído estas organizaciones. Su existencia generaba un grupo de personas que aspiraban a ser expertos algún día, y era la élite de expertos quien decidía qué personas podrían destacar, promocionar y brillar siempre que, por supuesto, todo se hiciese respetando el conocimiento previo que habían desarrollado los fundadores.


Un día todo empezó a cambiar. Los expertos pudieron observar cómo su conocimiento tardaba poco en quedarse obsoleto, pues el mundo y el conocimiento cambiaban a una velocidad mayor. 


Las generaciones más jóvenes, tanto dentro como fuera de su perímetro de poder, cuestionaban el conocimiento de los más mayores y tenían la capacidad de innovar y generar propuestas mucho más eficaces a la hora de explicar y dar soluciones a los retos que debían afrontar. Y todo ello desafiando, descartando y rechazando aquél conocimiento que los mayores habían construído y protegido con tanto celo.


Pero, ¿cómo es posible que personas con menos experiencia y con menos formación puedan crear soluciones que cuestionan e invalidan todo el acervo de conocimientos desarrollado durante años?


Es cierto que la experiencia en ocasiones da poder a las personas que la tienen frente a las personas que no la tienen. Pero no siempre. Las personas con experiencia siempre actúan dentro del camino conocido y esto les hace víctimas de las creencias con las que se ha construido este camino. La falta de experiencia nos ayuda a expandir nuestra creatividad y nuestra capacidad de innovación en todas las direcciones posibles. Sin ninguna limitación.


La tradición budista le da un gran valor a la mentalidad del principiante: cuando nos enfrentamos a la vida desde esta mentalidad nos salimos del camino conocido. Ganamos en creatividad y estamos más abiertos a la innovación. Esto nos da más posibilidades de encontrar nuevas soluciones a los problemas existentes, y todo ello tiene un valor incalculable cuando se vive en un mundo en el que las soluciones que ayer nos funcionaban han dejado de hacerlo.


Detras de la mentalidad de pricipiante está la humildad, la consciencia de que somos vulnerables y de que es esta vulnerabilidad lo que nos permite conectar con las personas y con el mundo que nos rodea. Sólo conectando con todo ello podremos generar conocimientos, ideas y soluciones para los nuevos desafíos que afrontamos.


Si usted es experto en algo no se tome demasiado en serio. Vigile qué cosas ya no le sirven porque dejaron de funcionar. Deshágase de ellas y desapréndalas. Pero sobre todo no permita que su ego limite su creatividad, su capacidad de innovar, de cuestionar el camino conocido y de explorar nuevos territorios. 


Después de todo, el futuro está en los nuevos escenarios. Aquellos donde, hasta ahora, ninguna persona ha llegado.


“No hay inversion mas rentable que la del conocimiento.”


Benjamin Franklin

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