PRINCIPIO 3: SORPRENDER Y DELEITAR
La idea en la cual descansa el principio de sorprender y deleitar no es nueva. En efecto, uno de los mas famosos ejemplos comerciales tiene mas de cien años. A finales del siglo XIX, en la primera gran Feria Exposicion Mundial de Chicago, los hermanos Rueckheim deleitaron a niños y viejos con una original confeccion: rosetas de maíz, mani y melaza. Aunque el “Cracker Jack” tuvo una acogida instantánea, su demanda aumento mas aun en 1912 porque en cada paquete se encontraba un premio o sorpresa.
Hoy los negocios se ven cada vez mas obligados a suministrar rosetas caramelizadas con mani, al igual que una sorpresa. Los consumidores quieren recibir con su compra, además de lo esperado y acostumbrado, alguna variante adicional o valor agregado.
El deleite es la roseta caramelizada; la sorpresa es el premio.
En nuestros días, la gente abriga cierta esperanza de que va a ser deslumbrada, aun en las experiencias mas comunes.
Los acontecimientos mas efectivos son naturales y espontaneos, no artificiales ni forzados. Primero se busca una necesidad y zas!! Se satisface.
La sorpresa puede ser tan simple como ofrecer un poco de guía u luego quitarse de en medio para no estorbar el paso de quienes buscan las cosas que les dan alegría.
Los esfuerzos que hacemos por sorprender a los demas son una fuerza contagiosa.
El deleite de los clientes proviene de la sorpresa no menos que de la posibilidad de preveerla.
Deleite es el resultado de una dedicación indefectible a crear una relación confortable y de confianza.
“Dormi y soñé que la vida era alegría. Desperte y vi que la via era servicio. Actue y he aquí que el servicio es alegria.”
Rabindranath Tagore
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