Tenía 24 años cuando se topó con la historia de una mujer que le dio la vuelta al mundo en un barco de vela. Esta historia inspiró a Galia para hacer lo mismo. “Me costó 7 años de preparación”, recuerda, “pero lo hice. A los 31 años crucé el Atlántico yo solita”. El recorrido duró 41 días, zarpando del puerto de Vigo en España y anclando en Xcaret, Cancún.
Me fascina Galia Moss. Suena raro, pero lo que me fascina es su actitud. A los 31 años, cruzar el Atlántico sola por 41 días en un velero que en la inmensidad no es más que una cascarita de nuez no es cualquier cosa.
Me imagino que desde que la idea nació, hasta que culminó, tuvo que haber pasado por muchas etapas difíciles, planes, sueños, desencantos, buscar patrocinios, escuchar más de cien veces "Estás loca" y demás adversidades. Todos nosotros nos planteamos retos, quizá no tan valientes; sin embargo, no se diferencian mucho del de ella.
Cumplir un sueño, el que sea, acariciado por años, sólo obedece a una cosa: actitud. Sí, la actitud constituye el cien por ciento de todo lo que hacemos.
Leo en la página de Galia: "La verdad es que sí he tenido muy malos ratos, he llorado, he estado en silencio y seria; les he reclamado a las velas sus escándalos, y al viento el porqué no viene. Pero la verdad es que sí he podido estar casi todo el tiempo de buenas. Mucho tienen qué ver los años que soñé estar aquí, pues ¡¡lo estoy viviendo!! ¡¡No es un sueño!! Y algo que he aprendido es que mejor darle una sonrisa al mal tiempo que darle la espalda o un reclamo".
Todos tenemos nuestras travesías, y no es ningún secreto que la vida nos premia cuando la abordamos desde una actitud positiva. Nuestro reto, como el de Galia, es que en el momento en el que vivimos un golpe, o llega la adversidad, todos nuestros mejores propósitos fácilmente se escapan por la ventana.
Sí, estoy segura de de que la teoría todos nos la sabemos, el chiste es que en el momento de la verdad sepamos sacar la casta.
Por ejemplo, qué haces cuando una abeja se te para en la nariz, cuál es tu reacción frente a una mala noticia en el trabajo, cómo tratas al mesero que te trae mal el plato, o qué tan complicada o fácil eres en una relación. La actitud es lo primero que notamos en una persona, y eso se debe a que involucra todo.
La actitud es el centro que gobierna nuestra vida: o te empuja hacia las estrellas, o te envenena y paraliza. No podemos cambiar nuestra altura o tipo de cuerpo, pero sí nuestra actitud.
Víctor Frankl dedicó toda su vida a enseñarnos que se trata de una decisión y que la podemos desarrollar, así como cualquier otra habilidad.
Para modificar nuestra actitud, lo primero que tenemos que cambiar es el corazón (aunque suene cursi), porque en el corazón reside todo lo que somos. A partir de ahí entra y sale todo lo que somos, lo que nuestros ojos, oídos y boca escuchan, ven y dicen.
Todo esto tiene un fuerte impacto en nuestro estado de ánimo, bienestar y actitud. Y ni hablar sobre quienes nos rodean.
¿Te imaginas lo que la cabeza de Galia le murmuraba antes de aventurarse al reto? Seguramente, todas las razones por las que no tendría que ir. Sin embargo, es el corazón el que te dice: "Sí puedo, no sé cómo; fácil no va a ser, pero me prepararé lo mejor que pueda y me lanzo". Y se lanzó. Y eso es lo que mueve a los grandes héroes y heroínas de la historia: el corazón.
Sin embargo, existen personas que en su corazón albergan sólo limón. Es una pesadilla toparte con ellas, porque siempre encuentran motivos que justifican cómo NO se pueden hacer las cosas, y si no hay problemas, los crean. Todo es complicado, agobiante. Y por supuesto, llevan a cuestas una nube negra.
En cambio, qué delicia es encontrarte en la vida a personas que tienen la actitud de "claro que se puede", que siempre tienen una palabra amable y una sonrisa en la boca ante cualquier circunstancia. Y tu actitud ¿cómo anda?
Me imagino que desde que la idea nació, hasta que culminó, tuvo que haber pasado por muchas etapas difíciles, planes, sueños, desencantos, buscar patrocinios, escuchar más de cien veces "Estás loca" y demás adversidades. Todos nosotros nos planteamos retos, quizá no tan valientes; sin embargo, no se diferencian mucho del de ella.
Cumplir un sueño, el que sea, acariciado por años, sólo obedece a una cosa: actitud. Sí, la actitud constituye el cien por ciento de todo lo que hacemos.
Leo en la página de Galia: "La verdad es que sí he tenido muy malos ratos, he llorado, he estado en silencio y seria; les he reclamado a las velas sus escándalos, y al viento el porqué no viene. Pero la verdad es que sí he podido estar casi todo el tiempo de buenas. Mucho tienen qué ver los años que soñé estar aquí, pues ¡¡lo estoy viviendo!! ¡¡No es un sueño!! Y algo que he aprendido es que mejor darle una sonrisa al mal tiempo que darle la espalda o un reclamo".
Todos tenemos nuestras travesías, y no es ningún secreto que la vida nos premia cuando la abordamos desde una actitud positiva. Nuestro reto, como el de Galia, es que en el momento en el que vivimos un golpe, o llega la adversidad, todos nuestros mejores propósitos fácilmente se escapan por la ventana.
Sí, estoy segura de de que la teoría todos nos la sabemos, el chiste es que en el momento de la verdad sepamos sacar la casta.
Por ejemplo, qué haces cuando una abeja se te para en la nariz, cuál es tu reacción frente a una mala noticia en el trabajo, cómo tratas al mesero que te trae mal el plato, o qué tan complicada o fácil eres en una relación. La actitud es lo primero que notamos en una persona, y eso se debe a que involucra todo.
La actitud es el centro que gobierna nuestra vida: o te empuja hacia las estrellas, o te envenena y paraliza. No podemos cambiar nuestra altura o tipo de cuerpo, pero sí nuestra actitud.
Víctor Frankl dedicó toda su vida a enseñarnos que se trata de una decisión y que la podemos desarrollar, así como cualquier otra habilidad.
Para modificar nuestra actitud, lo primero que tenemos que cambiar es el corazón (aunque suene cursi), porque en el corazón reside todo lo que somos. A partir de ahí entra y sale todo lo que somos, lo que nuestros ojos, oídos y boca escuchan, ven y dicen.
Todo esto tiene un fuerte impacto en nuestro estado de ánimo, bienestar y actitud. Y ni hablar sobre quienes nos rodean.
¿Te imaginas lo que la cabeza de Galia le murmuraba antes de aventurarse al reto? Seguramente, todas las razones por las que no tendría que ir. Sin embargo, es el corazón el que te dice: "Sí puedo, no sé cómo; fácil no va a ser, pero me prepararé lo mejor que pueda y me lanzo". Y se lanzó. Y eso es lo que mueve a los grandes héroes y heroínas de la historia: el corazón.
Sin embargo, existen personas que en su corazón albergan sólo limón. Es una pesadilla toparte con ellas, porque siempre encuentran motivos que justifican cómo NO se pueden hacer las cosas, y si no hay problemas, los crean. Todo es complicado, agobiante. Y por supuesto, llevan a cuestas una nube negra.
En cambio, qué delicia es encontrarte en la vida a personas que tienen la actitud de "claro que se puede", que siempre tienen una palabra amable y una sonrisa en la boca ante cualquier circunstancia. Y tu actitud ¿cómo anda?
"Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias, violenta su propio talento y respeta mas a los problemas que a las soluciones"
Albert Einstein
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