Los directivos juegan un papel determinante en la conducción de sus empresas y a la hora de encontrar nuevas fórmulas sostenibles para ganar ventaja competitiva.
Quién dice nuevos tiempos, dice nuevas reglas. Quién dice nuevas reglas, dice nuevas soluciones. Y quién dice nuevas soluciones dice evidentemente innovación. ¿Podría ser la innovación la solución a todos los males que azotan a las empresas en estos nuevos tiempos? Sí y no. Sí, porque la innovación se ha convertido en una condición necesaria para sobrevivir y competir en la nueva arena global. No, porque es una condición necesaria pero no suficiente. Veámoslo.
¿Por qué se ha convertido ahora la innovación en una condición (tan) necesaria? Desde la prehistoria empresarial, la innovación ha sido recurrentemente para las empresas un instrumento demoledor a la hora de ganar ventaja competitiva. Por ello nos gusta definir la innovación como un verdadero ‘grial empresarial’, garante de longevidad y eterna juventud para las empresas que lo sepan aplicar con acierto y perseverancia. En un mercado en profunda mutación y desequilibrio estable, la importancia de la innovación como grial empresarial es todavía mayor.
¿Por qué era y sigue siendo la innovación una condición necesaria pero no suficiente? La innovación requiere de una alternancia entre periodos de estabilidad y de cambio. Todo negocio debe primero crear algo nuevo, explotarlo, luego mejorarlo, y finalmente convertirlo en obsoleto mediante la creación de otro algo nuevo. Para que su empresa sobreviva y sea rentable, un directivo empresarial debe alcanzar por lo tanto un compromiso y equilibrio entre innovación y explotación.
Por ello, la innovación es una condición necesaria pero no suficiente.
En The Innovator’s Dilemma, Christensen concluye que los empresarios que tienen éxito en la dirección de la innovación lo consiguen porque dotan a sus empresas con una capacidad de innovación ambidiestra. Estas empresas ambidiestras son aquellas que tienen la capacidad de gestionar, con una única organización y al mismo tiempo, dos tipos de innovación:
- La sostenida o incremental: implica mejorar algo que existe (do better)
- La disruptiva o radical: supone crear algo totalmente nuevo (do different)
Aunque las innovaciones radicales (do different) se suelen convertir en fuentes poderosas de ventaja competitiva, las innovaciones incrementales (do better) en cascada pueden representar, en conjunto, mejoras y beneficios incluso superiores a los de las radicales, mucho más ocasionales y complejas.
La innovación incremental es, de hecho, la forma más habitual de innovación en la mayoría de empresas, y recibe a menudo más del 80% de la inversión total en innovación de las empresas. Una innovación radical prepara en realidad el camino a la entrada progresiva de una batería de innovaciones incrementales que permitirán a la empresa, por un lado, prolongar la ventaja competitiva que ha adquirido y, por otro lado, recuperar la inversión en la que ha incurrido.
Combinando las dos visiones anteriores, se concluye por lo tanto que la empresa excelente será aquella que sepa combinar y sobre todo encontrar un equilibrio entre tres competencias clave y actividades fundamentales:
- Provocar innovaciones radicales
- Producir innovaciones incrementales
- Explotar cualquiera de las anteriores
"Encuentro esperanza en lo mas obscuro de cada dia y me concentro en lo mas luminoso. Yo No Juzgo al Universo."
Dalai Lama
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