miércoles, 21 de diciembre de 2011

LOS SEGUNDOS AL MANDO



Nada como una película popular para ilustrar un ejemplo. Hay tres escenas en la película Gladiador donde el tema del liderazgo predominante es: los segundos hacen y definen al primero (si no has visto la película, puedes guardar el artículo y leerlo después).

El Emperador
César, cansado y viejo, y presintiendo que llegó su hora, le dice en privado al General Maximus que el nuevo emperador romano no será su hijo Commodus -por incapaz- sino él, que había guiado a las tropas romanas a un gran número de victorias y conquistas en la expansión del Imperio.

Maximus, sorprendido e inseguro por el gran reto que le confería el Emperador y con ganas de retirarse a su villa campestre y estar con su familia, le contesta que le permita pensarlo en la noche.

Pero
Commodus, el desgraciado hijo del Emperador, esa misma noche asesina, sin que nadie se dé cuenta, a su padre y al amanecer anuncia que la última voluntad de César era que él, y nadie más, fuera el nuevo César de Roma. Y le llama a Quintus, jefe de la élite militar, para que tome preso a Maximus.

Quintus duda por un segundo y no sabe a quién apresar... ¿realmente será Commodus, el hijo terrible, el nuevo emperador? ¿César, el viejo, le habrá dejado el poder al victorioso Maximus, su consentido?

Y
Quintus decide. Apoya a Commodus y ordena matar a Maximus. Y con esta decisión tomada en fracciones de segundo, decide el futuro de Roma.

Quintus, y no el fallecido Emperador, ni Maximus y menos Commodus, decide el destino de un Imperio.

A pesar de la duda inicial de
Quintus, una vez tomada su decisión, manda matar sin remordimiento al generalísimo Maximus y a su familia. No problem.

Pero
Maximus se escapa y logra finalmente enfrentar en un duelo a muerte a Commodus en pleno Coliseo Romano con miles de testigos. Casi al final de la batalla, Maximus con todo y que estaba herido de muerte, arrincona a Commodus que se quedó por un momento en desventaja y sin espada.

Commudus le grita a Quintus, otra vez envuelto, y le pide le pase un espada para defenderse. Y Quintus, por segunda ocasión duda. ¿Le doy la espada a Commudus para que mate al herido Maximus? o ¿Dejo que Maximus remate a Commudus?

Quintus Decide, tras un largo momento, negarle la espada a Commudus, y Maximus lo mata, pero se queda sin fuerzas ahí parado y a punto de desfallecer. Las miles de voces del ruidoso Coliseo Romano se apagan. Silencio. Impresión. ¿ Ahora qué?

Quintus, presintiendo que Maximus no iba durar muchos minutos con vida -incluso su espíritu se empezaba a transportar-, le grita: "Maximus", como pidiendo instrucciones, y éste responde lo que sería su primer y última orden como el Emperador Maximus: "libera a los prisioneros y apoya al senador Gracchus (que ya planeaba la destitución del malvado Commudus) y deja que él guíe a Roma en la siguiente fase", Maximus se tambalea y fallece.

Quintus, por tercera ocasión, decide el futuro de Roma. Acata la orden -podía no haberlo hecho porque Maximus estaba muerto- libera a Gracchus y lo apoya como el nuevo líder romano.

En esta trama, en tres ocasiones diferentes el poder del Imperio más poderoso del mundo se definió por la voluntad de Quintus, el segundo de abordo.

La mayoría de los motines en la historia de guerras son producto de una insubordinación de los segundos de abordo que se convencen de destituir al líder.

Si el segundo decide no apoyar la sublevación ahí se para en seco, o por lo menos la previene un buen tiempo.
A la hora de la verdad, todos los ojos del movimiento motinesco miran al segundo de abordo. Si este dice va, el motín se ejecuta de una manera rápida y eficaz.

Los golpes de estado con frecuencia son motivados por gente allegada a los líderes que se quieren derrocar.
Las traiciones más grandes típicamente son de gente cercana.

Lo verdaderamente interesante de este concepto no consiste en evitar que los segundos nos den un golpe de estado,
sino en utilizar esta fuerza para llevar a la organización al éxito.

El equipo inmediato define al líder y ejecuta el ángulo estratégico. Un buen líder reconoce esto y empieza por ahí.

En una empresa, por más grande que sea, con que haya 3 ó 4 altos ejecutivos muy buenos que trabajen en equipo, es suficiente para que el negocio camine bien.
Esta noción refuerza la sinergia de que cuando el líder está flanqueado por gente de primera que lo apoya, hace contundente su liderazgo.

Un equipo que en el plano personal viboree al jefe, lo sabotee, lo desprecie en privado y se burle de él ante terceros; o en el plano profesional, que no ejecute, no dé seguimiento, no demande y no refuerce con convicción las directrices del líder, hará que éste pierda fuerza o peor, que nunca la tenga.

De ahí la lógica de que los nuevos líderes lleguen con su gente, sin que tampoco esté cegado por ella.

El que con lobos anda, a aullar se enseña. Dime con quién andas y te diré quién eres.
Preséntame a tus segundos, y te diré que tan buen líder eres.



“La gran ventaja en una batalla es que puedes mirar al enemigo a la cara.”

Pelicula: Gladiador

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